Bueno, tras un pequeño paréntesis motivado por diversas celebraciones familiares (propias y ajenas) aquí estamos de vuelta con una pequeña reflexión sobre el beneficio de la duda. Yo, no sé si por formación, por forma de ser o por ambas suelo dar el beneficio de la duda. No solo eso, me comentan a veces (y con razón) que siempre intento justificar a todo el mundo cuando hace algo ya sea para bien o para mal (normalmente para mal, de ahí la justificación).
Por otro lado, hace ya tiempo que tengo claro que, para según qué cosas, las segundas oportunidades no deben existir. Por tanto, si alguien ha hecho algo mal a la primera, es inútil buscar justificación como si con ella consideráramos que la pelota ha tocado la red en el saque y hay que volver a sacar de nuevo.
Creo que ambas posturas son compatibles aunque hay veces que te entran más ganas que otras de poner a la gente a lavar cristales. Lo de lavar cristales viene por un chiste que he leído hoy y que creo que ya había leído con anterioridad. Quien tenga curiosidad lo puede ver aquí:
http://www.slideshare.net/erickeduproducciones/sabanas-sucias-26141
Sábanas sucias, beneficio de la duda o paja en el ojo ajeno, creo que todas son luces que parten de una misma farola. Farola a la cual nos abrazamos todos, y yo el primero, pensando en cuán diferentes somos de todos aquellos que, por algún motivo, no son sino abrazafarolas al más puro estilo José María García. Hoy en el partido de fútbol me he encontrado un caso. Claro que la cosa no es nueva. Han sido ya muchos partidos juntos para saber de qué pie cojea e incluso puede que haya referido algo en el blog hace ya bastantes años. Pero como mi memoria ya no es lo que era, pues nada, a despotricar aquí y ahora :-).
Lo ocurrido es que estaba un compañero con indudable más técnica que yo, con indudable más calidad pero capaz de acabar un partido con una camiseta impoluta a pesar de que también es más obeso que yo. Ya pasaba así cuando yo pensaba 20 ó 30 kilos más. Yo corría hacia arriba en el ataque y hacia abajo a ayudar a la defensa. A la velocidad que pudiera, pero corría. Él solo corría hacia arriba, cuando corría. Todo sigue siendo igual, claro está. Yo soy de los que opina que la gente cambia, y me pongo como ejemplo. Pero también de los que opina que no es precisamente fácil y que el españolito medio, el común de los mortales (como si yo no lo fuera), no lo hace y no lo hará.
Pues bien, llevaba él hoy el balón y un par de metros detrás un rival, de tampoco excesiva velocidad pero que sí que es más de los míos, evidenciaba las ganas de ir hacia él con la flamígera intención de robarle la cartera e incendiar nuestra área con un más que probable contragolpe. Así pues, le grité que tuviera cuidado que iban por detrás. No me oyó (o yo pensé que no me oyó) y con el rival a un metro, le volví a gritar que tuviera cuidado por detrás. Tampoco me oyó esta vez y le robaron la cartera. No recuerdo cómo acabó la jugada, si marcaron, si abortamos la ocasión o qué pasó. El caso es que casi sin esperar se dirige hacia mí y me insta a avisarlo la próxima vez que ocurra algo parecido.
Le explico que le he avisado (me callo el asombro que me provoca que quiera echarme la culpa a mí) y me dice que sí pero que cuando ya le habían empujado. Le explico que no, que le avisé dos veces y que bueno, pensé que simplemente no me había escuchado. Él insiste en que sí me había escuchado pero que lo hice cuando recibió el empujón (que tampoco había sido tal). Y ahí quedó la cosa. La explicación más plausible es que su cerebro estuviera ocupado pensando en qué "magnífica jugada" (una lástima que no funcione por aquí la ironía) iba a crear y mis voces (cierto es que yo tampoco tengo un torrente de voz como para sacar a alguien de un estado contemplativo) quedaron archivadas con la etiqueta: "no leído". Cuando le metieron el cuerpo y le sacaron el balón, el cerebro se dio cuenta de que no tenía sentido seguir construyendo bellas jugadas sin un balón en que apoyarse y pasó a leer el correo retrasado. Justo en lo alto del montón de correos que tuviera, se encontró los míos y pensó "¡¡Coño!!, a buenas horas. Ya podía haberme avisado antes de que me quitaran el balón."
Pero no, no creo que eso se le pasara por la cabeza. Al menos tampoco lo demostró luego en otra jugada de ataque enemigo en el que yo llegaba tarde a defender y como no me daba tiempo a defender al que tenía la pelota, me puse junto al portero a tapar portería. El rival, probablemente a conciencia, tiró hacia donde no estaba el portero pero con la mala suerte de que estaba yo y pude despejar. Tras conjurar el equipo y en un estado agudo de satisfacción propia por haber evitado el gol, de repente escucho a quien no había defendido ni bajado a ayudar aconsejarme que la próxima vez vaya a por el delantero en vez de ponerme en la portería.
Me limité a contestar "He sacado la pelota", esperando que se diera cuenta de que si lo había hecho era por algo y, no solo eso, sino que además había sido efectivo. Me faltó decirle algo así como: "te agradezco tus comentarios constructivos pero por favor guárdalos para cuando haya pasado algo por mi culpa en vez de no haber pasado nada gracias a mí". Evidentemente no se lo dije. Pero volvió, al igual que la vez anterior, a insistir en que la próxima vez debía hacer lo que él decía en vez de lo que yo había hecho. Y ahí volvió a quedar todo hasta que vi el chiste. Posiblemente es que tuviera las gafas sucias y necesite ... lavar los cristales. ¿Qué ocurrirá el día que eso acontezca?. No lo sabemos, es un misterio. Al igual que es otro misterio el por qué yo tiendo a justificar a la gente (este caso es solo un ejemplo), pensando que no me han oído, por ejemplo mientras que los demás simplemente dan por sentado que yo he fallado, independientemente de que lo haya hecho o no. Puede que sean formación y forma de ser a partes iguales. No sé.
Y así vamos a dejarlo todo por hoy. Había previsto "escribir algo" sobre otro "algo" que precisamente he "escrito" y que tiene relación con la famosa reunión de comunidad de hace unas semanas. Pero eso posiblemente será otro día.
Un saludo, Domingo.
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