Un segundo es la duración de 9 192 631 770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio(133Cs), a una temperatura de 0 K.1
Los que a veces nos pasamos de puntillosos (y otras no llegamos) me temo que agradecemos este tipo de aclaraciones, no vaya a ser que uno se piense que un segundo es lo que marca su reloj de cuarzo marca Casio (mejor dicho, de plástico con maquinaria electrónica que, suministrando corriente a un cristal de cuarzo que vibra de forma muy regular. Sí el típico reloj de Casio de toda la vida que ayudó a identificar a tantos terroristas islámicos no hace mucho y que, quien quiera, puede encontrar por internet a unos precios más que interesantes. Supongo que serán así de baratos por el riesgo que entrañan. Así que yo mejor sigo con el mío del Decathlon cuando hago cosas que pueden estropearlo, el del pulsómetro cuando hago deporte o el normal cuando voy de bonito.
Una vez dicha esta soberana sarta de tonterías que no venían a cuento de nada pero que están muy bien dichas puesto me he divertido escribiéndolas y la
Pero más que de este tiempo, me refería al otro, el del Casio. Simbolizado en tantas y tantas cosas. Por ejemplo:
- Canas. Hace tiempo que las tengo y serían todavía más notables si tuviera pelo o al menos si lo tuviera en cantidad parecida a la de otros seres humanos también llamados "Rockabillies con el tupé". Bueno, eso es lo que le dijeron desde la segunda planta a Rubén, el profe de educación física que tenía todavía menos pelo que yo (claro que también era mayor). Sin embargo, lo raro no es que yo las tenga, lo raro es que hoy ha venido a jugar con nosotros uno de los chavales que lo hacían hace ya más de 5 años y ... él tenía canas. Sigue jugando con la misma clase que antes, su físico todavía en su máximo esplendor no ha empezado siquiera a declinar pero los folículos pilosos de sus sienes sí que han empezado a fallar a la hora de echarle el tinte a la cosa.
- Abuela. Hoy he ido a recoger a mi abuela, que pronto cumplirá 91 años. Le pregunté si había cogido las medicinas y no me escuchó. Volví a preguntar y entonces me dijo que no las necesitaba porque no se las estaba tomando. Le pedí que se sentara (estaba agitada y cansada) y llamé a mi madre. Ella me dijo que cogiera las que hubiera y por la noche preguntaríamos a ver cuáles se tenía que tomar. Entonces, volví a preguntarle y, mucho más serena, ahora me dijo que estaban en la bolsa, que ya se las había tomado esta mañana y que hasta mañana no tenía que volver a tomarse las siguientes. Uno se asustaría de no ser porque la pobre mujer tiene casi 91 años y casi que demasiado bien está.
- Físico. Mi otrora estómago de acero ahora se echa a temblar cuando como ciertas cosas. Si son aceitosas o grasientas tengo ardores, si es arroz, leche, plátano o combinaciones de varios me estriñen en mayor o menor medida. Desde luego, antes no me pasaba ninguna de las dos cosas o al menos yo no lo recuerdo.
- Fallos de memoria: Se dan sobre todo si estoy haciendo varias cosas a la vez o si las hago demasiado deprisa. No tengo del todo claro que solo sean efecto del tiempo, pero sin duda ayuda (o no, según lo miremos). Un caso tonto, tenía que escribir "Quiniela J.8", me equivoqué y escribí "Quiniela J8" (sin el punto). Así que fui a arreglarlo y entonces puse "Jornada J.8", dejando a la pobre quiniela en el ostracismo. Me volví a dar cuenta y entonces ya, a la tercera, sí lo escribí bien. Sin embargo, eso tuvo su lado positivo. Aproveché la broma para hacer como que me había equivocado, al menos aparentemente. Comenté que, para evitar errores, procedería a copiar un texto casi hológrafo (que no holográfico). Digo casi porque en realidad habría salido de mi teclado, no de mi puño y letra, pero bueno. Así pues, en vez de un pequeño escrito sobre fútbol, salió este otro en el que el tiempo también tiene un cierto protagonismo:
Entró en la habitación. De repente un olor agrio impregnó todos sus sentidos. Se extrañó pues no recordaba que oliera así la última vez que estuvo allí, sin embargo, debía reconocer que aquello era más que lógico. Quizás a algún advenedizo le hubieran podido distraer la combinación de sudor con One Million y otra dulzona, indubitablemente femenina. Pero allí olía a algo más, allí olía a sexo; sexo salvaje, sexo frenético, apresurado por el miedo a ser descubiertos por su mujer. Una historia tantas veces contada, pero que no por ello dejaba de tener vigencia. Se acercó al sofá de piel, allí el olor era incluso más intenso. Menos mal que era fácil de limpiar. Y después le tocaría el turno a la cama, la mesa del comedor, la lavadora ... tenía dos horas antes de que su mujer llegara. Estaba tranquilo, le daría tiempo.
Un saludo, Domingo.
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