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jueves, 15 de septiembre de 2011

Llorar con un ojo

Desde el que se queja sin razón hasta el que no se queja y también sin razón, hay una amplia gama de grises, de hombres grises vistiendo brillantes trajes o de brillantes hombres vistiendo grises trajes, pero de grises al fin y al cabo. Tengo, en muchos casos, el honor de conocer a esos brillantes hombres a los que bien la vida, bien su propia brillantez, les ha llevado a donde están ahora. Tengo, en otros, la ocasión de conocer a esos otros a los que en principio yo no valoraría tanto pero, por lo que fuera, en cierto momento sí que han sido valorados.

Y luego estoy yo, quizás en la parte final del pelotón, que no en cabeza, de los primeros. Me releo hace un año y entonces decía ...
http://donmingo-2010.blogspot.com/2010/09/tanto-te-doy-tanto-vales.html

No puedo sino darme la razón. Las cosas este año no han sido muy diferentes. Si acaso sí, en una curiosa circunstancia que tiene a las personas de mi misma categoría trinando porque se consideran víctimas de agravios comparativos que no merecen. Y probablemente así sea. Vamos, es seguro que en muchos casos hay agravios comparativos y también en otros muchos no se merecen. Pero eso es casi secundario. Esas son las reglas del juego, las mismas que había cuando el viento soplaba a tu favor y tu flequillo ondeaba acompañando a los fotones que llegaban ordenadamente, o no tanto, al fondo de tu retina.

Hoy las reglas son otras, algunas al menos. Otras siguen igual, en concreto las que a mí me aplican. Emanan de una decisión que tomé hace tiempo y que sabía que podía perjudicarme en el futuro. Pero era la que tenía que tomar. Tiene, como todo, su lado bueno y su lado malo. El malo podría ser que puedo quejarme tanto o más que los demás. El bueno es que no me quejo. Hasta me ahorro malos ratos. Esta semana por ejemplo me han preguntado varias veces por el hecho en cuestión. Y mi respuesta ha sido la misma, no lo sé, aunque me lo imagino y me extrañaría equivocarme. Finalmente así ha sido.

Llegará un día, muy pronto habida cuenta de cómo pasa el tiempo, que miraré este día con otros ojos. O quizás los mismos ojos pero más grises las sienes o donde quiera que me quede pelo por aquel entonces que probablemente será en todos los sitios menos la cabeza :-). Miraré este día con ojos grises y con el convencimiento de que aquella fue una buena o una mala decisión, una muy buena o una muy mala decisión, incluso una decisión ni buena ni mala porque ya resulta imposible saber qué habría pasado de no haberla tomado (casi tan difícil como saber qué ocurrirá en un futuro, por otro lado). En cualquier caso siempre será la decisión que tomé lo cual la convierte casi inmediatamente (al menos en mi caso) en la decisión que tuve que tomar y, por tanto, la buena.

Pero para eso falta todavía mucho y a la vez poco tiempo así que ahora mismo me dedicaré a seguir cumpliendo con mi deber, haciendo lo que debo hacer, cuidando o tratando, por ejemplo, a las personas que tengo bajo mi responsabilidad como siempre quise que lo hicieran conmigo. Me gusta pensar que yo sí creo en que las personas son lo realmente importante y no solo recursos o activos más o menos materiales o inmateriales. Los demás mientras, si quieren, que lloren con un ojo.

Un saludo, Domingo.

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