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sábado, 12 de noviembre de 2011

Cosas que se aprenden

Cuando somos niños aprendemos mucho y olvidamos poco. O para ser más justos, aprendemos muchísimo y olvidamos mucho. Ese "delta", esa diferencia entre las cosas que aprendes y las que olvidas imagino que seguirá algún tipo de curva, quizás estrictamente creciente al principio, pero seguro que decreciente a partir de un momento. Y no solo eso, llega el momento en el que olvidas más de lo que apredes, llegando a olvidar cosas que habías aprendido y que han estado contigo durante casi toda la vida o al menos durante muchísimos años.

Un ejemplo sería mi abuela paterna. Con 91 años, evidentemente ya hace algún tiempo que apenas retiene recuerdos nuevos, al menos no de forma duradera y sí que va olvidando cosas. El otro día le dijo a mi madre que no le gustaba comer, ni nunca le había gustado, cosas que siempre le habían gustado. Es triste, pero por otro lado es la vida, simplemente la vida. Curiosamente ella dice con cierta frecuencia cosas como "todavía no he perdido la cabeza, vamos yo creo que todavía razono". Y tiene razón, todavía no ha perdido la cabeza, todavía razona. Sin embargo, también es cierto que ya no es la que era y ella simplemente no se da cuenta de ello. Sí que se da cuenta de sus nuevas limitaciones físicas y quizás también es consciente de vez en cuando de que olvida cosas. Pero posiblemente también olvida que las olvida.

Otro ejemplo, con algo menos de edad en algunos casos y con mucha menos en otros, son los políticos. Ellos también olvidan pronto sus errores o los aciertos ajenos. Incluso (la memoria tiene esas cosas y la selectiva más) convierten en propios los éxitos ajenos y en ajenos los fracasos propios. Pero no, hoy no voy a hablar de políticos, aunque la política sí que me va a servir como hilo conductor. Por lo pronto, no sé cómo quedará esta entrada pero espero que no como la anterior. Probablemente dejó traslucir un gran desencanto con nuestra clase dirigente pero la verdad es que no era esa su intención. En principio solo quería comentar algunas cosas que me habían llamado la atención, sin ninguna otra pretensión. Sin embargo, una cosa llevó a la otra y ... ya se sabe.

Pues bien, lo que quería comentar hoy está sobre todo relacionado con un antiguo compañero de trabajo a quien reencontré en Twitter. De la naturaleza de su trabajo así como de la de los tuits que envía deduzco que tiene contactos en un partido político que no se las promete muy felices a pesar de lo que diga su exdeportista candidato. Y también de la naturaleza de su trabajo y de los contactos deduzco que su sueldo lo paga el ayuntamiento por lo que también es lógico que él esté agradecido, sobre todo si la otra alternativa era el ser el parado número cinco millones uno.

De nuevo, de la naturaleza de su trabajo puedo plantearme si es más o menos necesario o más o menos productivo. Y si me lo planteo probablemente la respuesta es que, como tantas cosas públicas, dependerá de cómo se haga. Bien realizado puede dinamizar la economía de un pueblo o al menos generar algún que otro puesto de trabajo. Por otro lado también existe la posibilidad de que más que una inversión sea un gasto, no sabemos si más o menos superfluo porque tampoco sabemos la realidad de la zona.

En cualquier caso, se trata de una persona vehemente en sus defensas y en sus llamadas a la votación del candidato que él considera mejor. Y esto me llama la atención porque entiendo que habrá muchas personas como él, trabajando para el partido o no, pidiendo el voto. Y me llama la atención porque estas personas, al menos en los mensajes que he visto, solo plantean lo malo que es o puede llegar a ser el rival y lo buena que es la opción propia. Ni siquiera se puede leer algo como ... mi candidato y sus amigos lo han hecho mal, muy mal, pero confío en que han aprendido y en cualquier caso confío en que el peor gobierno de los míos siempre será mejor que el mejor de los otros. Algo así le dijo Zapatero a Rajoy hace 4 años, pero refiriéndose al paro, en una de las frases que más recordaremos durante los próximos años.

Bueno, que más recordaremos algunos porque a otros ya se les ha olvidado. Es curiosa la memoria. Si un deportista de élite puede estar en activo hasta los 35-40 años, me planteo hasta cuándo puede estar a máximo nivel nuestra memoria. O nuestras capacidades intelectuales en general. Suponiendo que estoy viviendo ahora mis mejores momentos físicos (lo cual es cierto) y suponiendo que pueda estirar mis capacidades hasta los 45, me quedarían 10 años para aprender una de la cosas más importantes de mi vida. ¿Trabajando de qué me quiero jubilar?. Sin duda, esa es una de las cosas, muchas cosas, que todavía me quedan por aprender.

Un saludo, Domingo.

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