La semana pasada me reincorporé al fútbol, mejor dicho, nos reincorporamos al fútbol de los sábados. Y ocurrió algo muy simpático que, por premura, no pude reflejar en el blog. Ocurrió algo parecido a lo siguiente:
Si los cuatro incondicionales que jugamos al fútbol nos apropiamos de la idea de Dumas y nos autodenominamos los Tres (aunque seamos cuatro, al revés de lo que pasa con los cuartetos en los carnavales) Mosqueteros, yo sería el menor, el D'Artagnan del grupo. Pues bien, ligeramente a mis espaldas, confabulando se podría decir, uno de los mosqueteros le dice a otro que un tercero (yo) iba a tener un hijo. El mosquetero mayor, todavía herido en el orgullo por cierta botella que, por arte de birlibirloque, apareció en su nevera portátil, se ofrece voluntario para darme una sorpresa. Así, en total connivencia, ambos aparecen el sábado con unos maleteros preñados de comida y bebida (única preñez real que allí había).
Comienza el juego y se empiezan a suceder bromas de un gusto cuestionable ante las cual yo me voy mostrando cada vez más ofendido. Entre ellas, empiezan con los juegos de palabras, van pidiendo que me traten bien, como a un PADRE, celebraban los goles como lo hiciera Bebeto en el mundial del 94 y hasta me tocan la barriga en un gesto que dejaba lugar a pocas dudas. Viendo ya de qué iba aquello, dejé de hacerles caso y seguí jugando hasta cuajar al final una actuación más que aceptable.
En estas que acaba el partido. Bueno, no acaba, nosotros lo damos por acabado cuando nos da la gana, normalmente a las 2-3 horas de empezar y cuando Pepe ya ha dado buena muestra de que, con 71 años casi cumplidos, sigue siendo mejor que muchos de nosotros. Nos vamos para la banda, nos empezamos a cambiar y ... ¡¡¡Oh sorpresa!!! Pepe aparece con la nevera de playa y una mesa plegable: Se masca la tragedia. Aparecen también el resto de viandas y me sacan lo que aparenta ser un regalo.
Visto el cariz que para entonces han tomado las cosas, me niego a aceptar los regalos. Tanto me niego que el pobre Pepe se ve obligado a abrir el mayor de ellos y se encuentra con ... un trofeo, mezcla entre el balón de oro y la copa del mundo :-O. Esto empieza a no cuadrar con el guión establecido, debió pensar. En estas, el trofeo viene con una placa y una dedicación que, como mosquetero más joven y con mejor vista, me ofrezco a leer yo: "A, Pepe. Más de 10 años después y todavía seguimos aprendiendo de ti.". (Sí, es "A, Pepe" con la coma en medio, cortesía de los grabadores).
En estas que el mosquetero mayor se empieza a emocionar cuando aparecen el resto de presentes. En particular, una tarjeta que había hecho el tercer mosquetero donde se puede ver una caricatura del susodicho Pepe. Mejor dicho, una magnífica caricatura del susodicho Pepe. La caricatura, manual, cortesía del mismo mosquetero que había hecho la tarjeta. Y dentro de la tarjeta, unos versillos cortesía de D'Artagnan.
Los versos formaban un acrónimo del nombre, apellidos y apelativo cariñoso del primer mosquetero y los cuatro últimos decían así:
Preciso al tirar el caño,
Elegante en el regate,
Poderoso en el remate,
Es más duro que el estaño.
Tras eso, dos o tres vídeos e innumerables fotos que, una vez subidos a Dropbox, ocupaban casi 300 megas. Fue un gran día y todos tuvimos la sensación de que se lo había pasado en grande. Yo algo menos ya que pude ver con mis propios ojos cómo habían conspirado para gastarme una broma. Bueno, tampoco es que me afectara mucho porque al fin y al cabo conocía muy bien al que había ideado todo aquello :-D.
Así que, ordenando un poco más las ideas y siguiendo el orden que debería haber seguido de no poder conmigo mi alma gamberra, todo va sucediendo de la siguiente forma:
Última semana de 2010, voy paseando por la calle con mi mujer y los dos perros camino de una cristalería. Entra ella para recoger un cuadro enmarcado y, mientras, yo desde fuera intento apaciguar el imperioso deseo de las fieras de entrar. En estas que me fijo en el escaparate y veo un precioso trofeo de fútbol de color plateado y con un balón arriba. No es la copa del mundo pero servirá: ¡¡¡Para Pepe!!! dije en ese momento. Salió mi mujer, se lo dije, entré, la señora de la tienda me lo saca, lo veo y lo compro. Quedo con ella en que ya la llamaré para darle el texto a inscribir o, incluso mejor, ya lo llevará mi mujer. Al final podríamos haber llamado porque total, los signos de puntuación que usaron no notaron la diferencia.
Ese mismo día llamo al segundo mosquetero y le cuento lo que se me ha ocurrido. Intentaremos conseguir que Pepe lleve los aperos para una sorpresa que acabará siendo la suya. ¿El motivo?, el más viejo del mundo: la venganza. Y es que una botella que aparece de la nada y el consiguiente cachondeíto nunca se olvidan :-). Poco después primer y segundo mosqueteros hablarían y la razón para dar la sorpresa cambia, ya no es venganza sino que es la alegría por la llegada de un bebé que, que yo sepa, todavía no va a llegar.
Pasan los últimos días del año, empieza este en el que estamos y las cosas siguen su rumbo natural. Yo llamo al tercer mosquetero y, antes de decir nada, él dice ... "Me apunto". Le cuento lo del trofeo, lo de la broma que se vuelve en tu contra y que había pensado en una tarjeta. Sobre todo si él tiene más tiempo, lo mismo podría encargarse él de buscarla o ... pintarla que es lo que él me sugiere. Me dice que hace mucho tiempo que no hace caricaturas pero que cree que le saldrá. Y que, en el peor de los casos, siempre está la posibilidad de comprarla. Yo quedo con él en intentar escribir algo para que vaya en la tarjeta, tarjeta que luego tendríamos que dedicar y firmar todos (esto la verdad es que estaba muy bien pero se nos pasó totalmente). De igual forma, el mosquetero dos, iba a intentar hacer un videomontaje con todas las fotos que hemos ido sacando durante estos años, incluyendo las últimas fotos y vídeos que se realizaran aquel día.
Por la noche escribí los versos. Al principio quería que fueran un soneto donde las palabras finales fueran esdrújulas (no por nada, simplemente porque me resulta bonito), pero no había forma. No solo eso, quería mezclar eso con un acrónimo de 14 letras con su nombre. Algo del estilo de "Pepe te queremos". Pero ninguna me convencía. Ahora mismo no recuerdo si este tan sencillo de "Pepe te queremos" se me ocurrió o no porque, por un lado, quería intentar que los cortes fueran más significativos y por otro no quería resultar demasiado lacrimógeno sabiendo como sabía que Pepe, a pesar de su fortaleza física, tiene sus problemillas de salud. Al final se me ocurrió una idea que, a pesar de no ser un soneto, me gustó más. Eran cuatro estrofas de 4-6-6-4 versos cada una con rima consonante e iguales entre sí las que tenían un mismo número de versos. Pero lo mejor de todo es que, si los cuatro últimos versos se correspondían con "PEPE", cada una de las estrofas anteriores se correspondía con el nombre y los dos apellidos de Pepe.
El lector avispado ya habrá deducido que los primeros cuatro se correspondían, por tanto, con "JOSÉ", incluyendo la tilde. Por cierto, es curioso cómo recuerdo los apellidos de Pepe a pesar de que solo los he escuchado unas pocas veces y leído otras pocas y se me han olvidado ya los de tantos y tantos compañeros de estudios o trabajo.
Al final, las rimas, sobre todo las del segundo apellido no me salieron tan redondas como me hubiera gustado pero tampoco estaban mal (en el primer apellido había varias referencias muy graciosas a la furgoneta del segundo mosquero así como al "Nabo Americano" (ver blog del 2010, si es que lo enlazo un día de estos). Así que se las envié a nuestro experto en dibujo y photoshop. Parece ser que le gustaron y que empezó a desconfiar de que yo fuera realmente matemático. En cualquier caso, ya estaba casi todo listo para nuestro Inocente Inocente particular. Ese casi todo incluía el trofeo que había recogido ese mismo día o recogí al día siguiente.
El sábado por la mañana, metí la bolsa con la ropa en el coche, metí la bolsa con el trofeo (que dejé hábilmente en la furgoneta sin que nadie me viera) y empezó el espectáculo. A cada uno que llegaba el segundo mosquetero les iba aleccionando en privado para que se metieran conmigo (yo ya les había dicho que parecía que habría sorpresas pero no les había dicho nada más). Entraron al trapo, ¡¡¡son tan nobles!!!. Al final éramos 8 personas. 8 personas sabían que habría una sorpresa. De ellas, solo 4 personas habíamos participado en la sorpresa y, de esas 4, solo 3 sabíamos que la auténtica sorpresa no era mi futura paternidad sino un sincero y cariñoso homenaje al mosquetero original: Pepe.
Pero no todas son buenas noticias. El jueves, tan solo 5 días después de la sorpresa, los sorprendidos fuimos nosotros. Acababa el partido cuando el tercer y el cuarto mosquetero vimos a Pepe charlando con otras dos personas, incluyendo el segundo de a bordo. Llegamos y le dije : Pepe, ¡¡que sepas que todavía no se me ha pasado el cabreo del sábado!! (obvia decirlo pero me sentó fatal que una persona con la que había compartido tantos momentos confabulara con terceras personas para darme una sorpresa ¡¡eso no se hace, Pepe!!). Y entonces fue cuando nos dio la sorpresa de verdad. No sabe cuándo lo operarán pero se supone que será pronto (con eso contábamos) y, lo peor de todo, dice que va a tomarse unas vacaciones de los partidos de los sábados. Los cuatro que estábamos allí nos quedamos con el cuerpo cortado.
Esa sensación no desapareció ni esa noche ni al día siguiente. De repente, anoche, un pensamiento me asaltó y pensé que lo mismo quería devolvérmela. Durante unos minutos lo vi claro. Luego me di cuenta de que había demasiadas cosas que no cuadraban y que, ojalá fuera así, pero no iba a serlo. Hoy hemos jugado, por primera vez, con el conocimiento de que posiblemente haya empezado otra era y con el deseo de que en un par de semanas (o un par de meses) Pepe esté al máximo de sus posibilidades tanto física como anímicamente y vuelva.
Y no solo eso, también azota mi mente otro pensamiento: Es una lástima tener que montar una sorpresa de este tipo para una persona con la que juegas al fútbol y que te dobla la edad y no poder hacerlo para tu padre porque sigue empeñado en no moverse y fumar como un descosido. Hoy seguía despotricando contra el gobierno por la ley del tabaco, sin un ápice de autocrítica, ni de pensar siquiera en dejarlo o en perder peso. Pero bueno, siempre hay que quedarse con lo positivo y lo positivo es que, por ahora, tengo la intención de cuidarme para llegar a la vejez como Pepe y no como mi padre. Y no solo eso sino la intención de inculcar en mis hijos, cuando los tenga, cuál es el camino correcto. ¡¡¡Ojalá pueda jugar yo con ellos al fútbol cuando yo tenga 70 años!!!.
Un saludo, Domingo.
sábado, 15 de enero de 2011
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