Dice la RAE de merecer:
(Del lat. vulg. *merescĕre).
1. tr. Dicho de una persona: Hacerse digna de premio o de castigo.
2. tr. Dicho de una cosa: Tener cierto grado o estimación. Eso no merece cien pesetas.
3. tr. desus. Conseguir o alcanzar algo que se intenta o desea, lograr.
4. intr. Hacer méritos, buenas obras, ser digno de premio.
Y ya si hablamos de edades, está la edad ... de merecer.
1. f. Época en que los jóvenes buscan mujer o marido.
Yo ya no estoy en edad de merecer. Al menos no en el sentido que indica la RAE pues ya no busco ni mujer ni marido. Para lo primero está mi mujer y para lo segundo están los partidos de fútbol de los sábados cuando me acorralan junto a la valla (normalmente con balón de por medio) y me amenazan. Bueno, mejor dicho, me amenaza, porque siempre es el mismo. Y no digamos nada si la fruta que te llevas para comerte durante el partido es un plátano. Quizás por eso hoy he llevado una naranja :-).
Pero volviendo al inicio, hay muchas cosas que nos preguntamos continuamente si son merecidas o no. Algunas son importantes, una enfermedad, algo que pasa en tierras lejanas o a unos metros de nosotros, nuestro trabajo diario ...
En tierras lejanas hay revoluciones. Revoluciones que están cambiando el presente y, sin duda, cambiarán el futuro. Lo que no sabemos es si para bien o para mal. Algunos están plenamente convencidos (o lo parecen) de que para bien, otros, de todo lo contrario. Había un chiste gráfico muy bueno sobre la situación en Egipto. Se veían varios encima de una pirámide quitando la cúspide. En la pirámide podía leerse de arriba hacia abajo "AUT" en la cúspide y "OCRACIA" en el resto. A la vez, camino de ella caminaban otro par de parejas, ambas con sendas cúspides. En una se podía leer "DEM" y en otra, portada por personas con chilabas negras, "TEO". Era un muy buen chiste gráfico que resumía, con tres palabras, la tensa situación egipcia.
Aquí en casa (y aunque no es un consuelo en la mayoría del mundo), tenemos los políticos que nos merecemos. Ahora en Twitter parece que se está poniendo de moda el hashtag #nolesvotes para intentar que no se vote ni a PSOE ni a PP. Hay por ahí incluso ingeniosos juegos de palabras, otra vez, que dicen "No les votes, bótalos". Lástima que haya que ser anterior a la LOGSE para entenderlo, claro está :-).
Y en el trabajo pues hay un poco de todo. Esta semana hablábamos sobre un jefe. Había quienes decían que todos los jefes eran moderadamente iguales y quienes defendían que no, que había diferencias. Yo estaba en los primeros. Por supuesto que habrá diferencias pero lo normal es que sean los gerentes los que decidan quién promociona a gerente. Y lo normal será que busquen condiciones similares a las suyas. Esto sin necesidad de entrar a valorar si hace bien su trabajo o no. Entre otras cosas porque, al no saber qué es lo que hacen, nunca puedes saber si algo sale mal por su culpa o algo no salió peor gracias a él.
No era la intención de la entrada, pero ya puestos me puedo preguntar en voz alta si yo merecería un puesto superior o no en esta u otra empresa y hay dos respuestas, una de ellas se podría decir que gallega. La no gallega sería que merecería un puesto superior en otra empresa pero no en esta porque aquí se valoran otras cosas que no son ni mejores ni peores, simplemente son otras cosas. Y la segunda, emanada de la primera es que si sé qué se pide, estaría en mi mano darlo con el fin de maximizar mis posibilidades. Ambas respuestas las conozco desde hace mucho tiempo.
Pero hay más cosas que nos podemos preguntar si se merecen o no. Por ejemplo, el cacho de carne con ojos que ha retado a Anonymous se merece que alguno de Anonymous lo encuentre, la policía lo detenga (afortunadamente lo que ha hecho ya sí se castiga con cárcel) y que en la cárcel alguien lo tenga de animal de compañía y no precisamente para darle cariño. La verdad es que no voy a decir nada más porque, al contrario de lo que siempre suelo hacer, empezaría a escribir cosas que no me gustarían.
Ciertamente esto ocurre porque vivimos en sociedad y además en sociedad civilizada. Ahí afuera, en los campos, en los ríos, en las selvas, en los mares, no hay tanta compasión con el prójimo. Ahí no se merece ni la vida ni la muerte, simplemente se vive o se muere con una crueldad que nos puede llegar a aterrar.
Y, para acabar, no sé si un toque de frivolidad o simplemente un experimento que da que pensar. Esta semana volví a pasar ronda en copa. Ya son 12 y el próximo miércoles jugaré cuartos de final. Esta vez la cosa sí que pinta bastante peor y, a pesar de todo, tampoco es descartable una nueva victoria. Semifinales y final sí que pasarían ya por lo que no tendría otro nombre más que el de regalo del azar. Pero la pregunta es, ¿merezco estar en cuartos? ¿merecería ganar la final?. Si por merecimientos entendemos simplemente un equipo potente pagando sueldos astronómicos, la respuesta sería que no. Pero el caso es que he dejado en la cuneta a varios equipos de esos, equipos que pagaban el doble de sueldo que yo. Yo jugaba en casa, claro. Y entonces saltan la segunda y la tercera parte importante que hay que considerar. Por cierto que la tercera vuelve a salir aquí también.
La segunda no sería sino una ampliación de la primera. Además de tener jugadores que cobran mucho hay que saber disponerlos. Hay que saber qué tipo de equipo tiene más probabilidades de éxito, qué tipo de cambios son más beneficiosos (prácticamente nadie hace cambios, yo hago mínimo dos por partido), etc. Eso yo lo metería dentro de los merecimientos. La tercera parte, en cambio, son simplemente las reglas. Y las reglas dicen que en ciertas situaciones vas a jugar en casa, en ciertas fuera pero casi como en casa, en otras directamente fuera y en otras (ojalá llegue a verlo pues significaría que he pasado) en campo neutral. Cada una con una serie de implicaciones. Pero mucho más importante que estas reglas es la principal de ellas, los resultados son pseudoaleatorios. Se tienen en cuenta los merecimientos de los contendientes pero el resultado final es al azar. Merecer no es igual a conseguir y, por ejemplo en el fútbol, los goles no se merecen, se marcan.
Por esto mismo, un resultado o una serie de ellos afectados por un fuerte componente estocástico del experimento no lo hacen ni más ni menos merecidos, eso es total o casi totalmente independiente. Nadie merece que no le toque la lotería. Igualmente, nadie merece que le toque. Bueno, quizás yo sí, así que un día de estos aprovecharé para comprar :-).
Un saludo, Domingo.
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